Madrid

Madrid provinciano o Madrid cosmopolita. Pues las dos cosas conviven en Madrid. Lo bueno de su provincianismo es que es la otra provincia de toda España porque aquí hay ambientes gallegos, asturianos, vascos, manchegos, andaluces, extremeños, catalanes, valencianos o canarios. Es difícil que alguien de otra parte de España se sienta desplazado, conserva ese aire de cruce de caminos donde los truhanes se sienten cómodos, pero también la gente trabajadora que lleva de paso en Madrid lo mismo toda la vida, esperando ese golpe de fortuna que les devuelva a su rincón de España, a su España de la infancia o de sus padres. Y, sin embargo, al final se quedan en Madrid, por eso de que aquí caben todos y, como dice la canción, al olor del alquitrán del camino que embriaga más que el suave dulce del hogar. Y es que, en Madrid, hay mucho alquitrán, es verdad, pero también está el Retiro o el Madrid de los Austrias, o el Parque del Oeste y Chamberil. Madrid es provinciana, y todos nos sentimos, en ocasiones timados por esta ciudad, pero su luz, su otoño y su vida atrapan como pocas ciudades. Madrid no es como Londres ni como París que le ganan en perfección, ni como Roma que le gana en monumentalidad, Madrid es como Madrid, no hay otra como ella y es difícil encontrar una vista igual cuando desciendes desde la Puerta de Alcalá hacia la Cibeles y adivinas la Puerta del Sol y la Gran Vía, donde el Modernismo se aposenta y dibuja entre palacios excepcionales las mil formas de una ciudad que siempre está viva aunque se empeñen en matarla y donde se puede afirmar, como pocas ciudades, que la vida es sueño o se hace teatro.